Un día dejé de creer en mí. No sé cómo, ni sé cuándo, mucho menos cuánto tiempo pasó hasta que me di cuenta, sobre todo por el trabajo personal que comencé a hacer, a veces sola y en otras guiada por excelentes terapeutas.
Lo cierto es que dejé de verme. Alicia es una semióloga con la que tengo contacto y en varias ocasiones me dijo “Blanca, es que no te ves”, “Necesitas volver a verte”. Tenía mucha razón, me perdí. No fue algo que sonara ilógico en mi vida, dado a una serie de sucesos que me llevaron a la depresión (que no tristeza).
Y en medio de todo esto, dejé de sentir que el tiempo pasaba y yo no me movía. Como suelo decir, existía porque respiraba, pero no vivía.
Como resultado de todo esto, qué crees, pues sí, DEJÉ DE CREER EN MÍ. Y en todo lo que hacía y planeaba para tener una vida mejor.
Quizá tú te has llegado a sentir así, o no… y tal vez te preguntarás qué hice para volver a creer en mí. Bueno, el camino no ha sido fácil, pero tampoco imposible de que lo recorras como lo hice yo.
Esta no es una receta, es compartirte lo que a mí me funcionó y que podría serte de utilidad. Lo primero que hice tras una fuerte crisis personal fue aceptar que necesitaba ayuda y buscar a una tanatóloga (especialista en duelos) y llevar un tratamiento con ella. Me ayudó en muchas cosas, pero sobre todo en volver a sentir que para mí era importante vivir y que tenía motivos para hacerlo.
Al mismo tiempo, aunque no con la regularidad que hubiera querido, seguí con mis prácticas de meditación, que son algo que amo en la vida.
No menos importante fueron dos cosas, frecuentar a mi familia (mamá y hermanos) para sentirme cobijada de nuevo. Y qué decir de mis amigas, nuevas amigas porque de las anteriores no quedaron más que recuerdos. Fueron un apoyo importantísimo. Una tarde de café hacía maravillas en mi lastimado estado de ánimo.
Seguro se saben de memoria mi historia, porque yo la repetía y la repetía. Ahora sé que repetir algo nos ayuda a sanarlo.
Pasó el tiempo y seguía sin verme y creer en mí. Me daba miedo comenzar cosas nuevas y lo poco que hacía simplemente no funcionaba, hasta que un día estaba tan cansada que dije: “ya no voy a hacer nada”.
Sí, no fue tan buena idea, pero me permitió descansar física y mentalmente de lo que me atormentaba. Así pasé algunos meses hasta que me reencontré con Marjorie, una diseñadora hermosa que casi vino a rescatarme junto con uno de mis proyectos más valiosos: Revista Ser.
Y junto con ella comencé a trabajar de nuevo en esta revista que ahora puedes leer. Al principio los miedos aún me dominaban… miedo al fracaso, miedo a no ser suficiente, miedo a equivocarme… uuuuuuf.
Como imaginarás, tampoco me veía y tampoco creía en mí…
Comencé también a ser cada vez más agradecida. Las he pasado duras, pero aquí sigo y eso ya es motivo suficiente para decir: ¡GRACIAS!
Poco a poco y con distintos trabajos las cosas han ido cambiando. Me he enfocado a trabajar con Alicia en Semiología de la Vida Cotidiana (pronto platicaremos de ello), además de que he recuperado el amor por la lectura, y algo de lo más importante, hago uso de mis propios conocimientos para aplicarlos en mí: la meditación y distintas terapias.
Hoy estudio lo que me gusta, leo mucho, veo muchos videos de pláticas en línea, sobre todo de TED… busco actividades que me motiven (incluyendo el contacto con la naturaleza) y frecuento cafés con mis amigas.
Y hoy pregunto, y te pregunto: ¿se puede pedir más?
– BlanCalma