De pronto me sentí avasallada. ¡Tantas cosas pasaron al mismo tiempo! No acababa de asimilar una cuando sucedía otra, incluso las más inesperadas e inexplicables en ese momento. Era una pérdida tras otra, personales, materiales y sociales.
De la noche a la mañana todo cambió. Mi vida tranquila y color de rosa se vio trastornada y yo junto con ella. Irte a la cama a dormir y amanecer sabiendo que casi nada de lo que había antes ahora estaba fue duro.
Me ha llevado mucho tiempo reponerme de eso. Cuando creo que ya superé algo, llega otra cosa para recordarme que el proceso aún sigue y que no sé cuándo, pero un día terminará.
Aprendí a no tener prisa. A que nadie puede ponerme plazos para vivir y superar mis duelos. Un día la tanatóloga con la que fui y a quien quiero y respeto mucho me dijo: ¿Blanca, te has dado cuenta de que estás viviendo seis duelos al mismo tiempo?
No, hasta entonces no lo veía y no los había contado. Y la mayoría eran duelos principales, es decir, de esos que te rompen el alma. Mi tiempo de ir con ella terminó, y comenzó la parte en la que he debido caminar sola.
Y cuando digo sola no me refiero a que nadie esté a mi lado, por fortuna la vida me llenó de nuevas amigas y tengo a mi familia nuclear; me refiero a hacerlo ya sin el soporte de la tanatología.
He sido muy bendecida, muchas personas me han apoyado, pero otras fueron impacientes en su momento y no pudieron lidiar con mi nueva situación, pues de ser una mujer trabajadora, emprendedora, a la que le gustaba socializar, algo cambió.
Y hoy sé que es ese “algo”. Me cansé. Sí, me agoté física, mental y emocionalmente. Me fatigué de las exigencias de los demás para que rehiciera mi vida cuando yo lo único que quería era descansar arropada por mi familia y amigos.
Para algunos “fracasé”. Para mí, ¡también! Sólo que la forma en que los demás lo ven y como yo lo veo son totalmente distintas.
Hoy me veo reconstruyendo mi vida, mis sueños, mi propósito de vida. Los demás me ven sin trabajo, sin dinero para tener una linda casa como la tuve antes y aparentemente sin rumbo.
Parece como si los demás tuvieran prisa de verme correr nuevamente. Y no los juzgo, sé que lo quieren por mi bien. Pero como te decía, si algo aprendí es a que nadie puede marcar mi nuevo ritmo de vida, sólo yo y mis necesidades.
Para mí no es fracaso. Es un alto en el camino, volver a llenarme de fuerzas, volver a reconstruir mi entorno social y salir un día a la calle y decir: ¡aquí estoy, nunca me fui… sólo estaba aprendiendo de mi caída!
– BlanCalma